oy
es muy triste hablar de la situación en que se halla la heráldica.
Constatamos que dicha ciencia, ya de gran honor por muchos siglos, desgraciadamente
hoy ha caído en el olvido porque se ha querido que sea así
delictuosamente. Probablemente se trata del único arte sacrificado
a prejuicios ideológicos y políticos equivocados.
De hecho la constitución republicana en el altar de un principio
de igualdad mal concebido, no reconoce los títulos nobiliarios
(XIV disposición transitoria y final: “Los títulos
nobiliarios no se reconocen ”), aunque ya el Estatuto Albertino
había aclarado que “ Todos los regnícolas, sea
cual sea su título o grado, son iguales ante la ley. Todos gozan
de los mismos derechos civiles y políticos y se les permite acceder
a los cargos civiles y militares salvo las excepciones establecidas por
la ley ” ( art. 24 ).
En vez de ser considerada y situada en el lugar que le compite, es decir,
como potente auxiliar de la historia universal, se ha querido tratar a
la heráldica – con un error común debido a una completa
ignorancia e incompetencia – como si fuera una fuente de la megalomanía,
la vanidad o de los privilegios autócratas de casta con tal de
que se pueda atribuir un título nobiliario a una cierta categoría
de personas consideradas de un género privilegiado.
Si es cierto que dicho estudio no está prohibido, sin embargo
es contrariado innegablemente o, al menos, no considerado en su exacto
valor de ciencia minuciosa y paciente, empezando por no reconocer ya los
títulos nobiliarios como si ello constituyera una culpa y no un
honor atávico del condecorado.
Sin embargo considero justo, prácticamente una misión,
perpetuar el estudio de una ciencia tan antigua y prestigiosa, y un derecho-deber
nombrar a una persona según títulos y honores que le derivan
de la gloria en cualquier campo, de las artes a la política, de
las armas a la toga, de las virtudes a la eclesiástica, de la mercaduría
a las hazañas de uno o más predecesores.
¿Quién puede negar que por mérito de la heráldica
mucha historia se ha transmitido y ha llegado a nosotros y que muchas
veces con ella los históricos retrocedieron en el tiempo con más
eficacia y verdad que otros estudios?
Sin pasar por alto que la historia ha llegado a nosotros no sólo
a través de esta ciencia, sino también con otras cercanas
a ella o muy enlazadas como el estudio del blasón, la sigilografía,
la cronología, la diplomática, la paleografía, la
numismática, la archivística, etc.
La heráldica es una doctrina y una ciencia muy vasta y bien definida
cuyo conocimiento se difunde frente a quienes ni siquiera imaginan la
necesidad de ella ni creen en su verdad.
Recuerda tantas glorias de nuestros antecesores y tantas viejas y queridas
memorias que es justo estudiarla; nos habla en un lenguaje elevado y noble
además de capaz de encerrar las virtudes y las glorias de cada
apellido.
Además la heráldica se completa magníficamente con
la genealogía que lleva a retroceder a cada uno de nosotros a sus
propios orígenes.
Las naciones, las ciudades, los pequeños pueblos se vanaglorian
de su pasado. ¿Por qué no debería un ciudadano? Cada
familia tiene su historia; por eso nadie tiene que sorprenderse cuando
una persona de buen juicio realiza su propia búsqueda heráldica
y genealógica.
Se trata de un deseo que cada uno debería sentir para conocer
algo de su familia y del apellido que transmite a los hijos y que ha recibido
del padre.
De hecho la Heráldica es la ciencia auxiliar de la historia que
da forma de disciplina a una materia, interpretando y clasificando los
colores, las figuras y los complementos que toma de los símbolos
presentes en los escudos; a través del estudio de las insignias
y de los blasones – enseñando a determinarlos y disciplinando
el uso, la forma, las figuras y los ornamentos – ha contribuido
a edificar y volver a descubrir gran parte de los acontecimientos de las
gentes itálicas además de su génesis e interpretación.
Por último quiero recordar que en los países más
democráticos del mundo la heráldica y los árboles
genealógicos de las familias se conservan con la máxima
consideración y grandísimo honor incluso en los linajes
más humildes.
¿Por qué no pueden seguir siéndolo incluso en nuestro
pueblo, de exquisita tradición ecuestre, tanto que el marqués
Vittorio Spreti proclamó la heráldica como “ la ciencia
de la gloria ” o, como la llamaron nuestros antecesores, Nobilissima
Armorum Scientia?
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